La solución a todos los problemas


Cuando era pequeño, recuerdo que mi papá nos llevaba al centro de la CDMX y, alguna ocasión, escuché a un merolico. Esos que decían:

“Le venimos mostrando, le venimos ofreciendo, la única, la original pomada milagro. Acérquese, acérquese y conozca este producto milagroso que le ayuda con dolores musculares, la reuma, raspones, sirve para el dolor de cabeza, la migraña, para la falta de sueño….”. Y así continuaba el interminable discurso que iba atrayendo a los paseantes.

Al final muchos caían presa de la ilusión de que un producto podía, rápido y fácilmente, resolver todos sus problemas y males. Por alguna razón nos gustan las salidas fáciles, esas que no implican un esfuerzo constante y de largo plazo. Es más fácil creer que las cosas se pueden arreglar comprando un producto maravilla: “la solución a todos los problemas”.

Curiosamente esto también sucede en el ámbito empresarial. No es raro ver publicidad sobre soluciones, metodologías y aplicaciones que prometen resolver los problemas de las empresas o arreglar su cultura organizacional. Algunas si ayudan, el problema es pensar que lo harán de inmediato por el simple hecho de adquirirlas. 

Una empresa puede adquirir el software X que le ha ayudado a otras empresas a reducir problemas y a mejorar los tiempos.

Una empresa puede adoptar la metodología Y que a ciertas empresas les ha dado beneficios en costos y productividad.

Una persona puede adquirir el método o la app Z para la gestión del tiempo y finalmente “tomar el control” de su vida y sus proyectos. 

Todo esto para que a la hora de la puesta en marcha las cosas no funcionen o se requiera más tiempo del esperado o del dispuesto a destinar al asunto, así que es momento de salir a la calle y buscar el nuevo producto “milagro”. La ilusión es más grande que la dedicación.

Esto sucede con soluciones de gestión del tiempo, liderazgo, aplicaciones de Business Intelligence o de ERP, CRM, sistemas de calidad como el ISO 9001, el seis Sigma y hasta la Manufactura Esbelta. 

Es importante darnos cuenta que no son las herramientas o metodologías las que generan el cambio y los resultados, sino la gente, su convicción y dedicación a la aplicación de algo. El cambio cultural toma tiempo.  

Si alguna vez has tenido una lesión y has tenido que pasar, como yo, por meses de rehabilitación, sabes que para corregir las cosas se requiere tiempo, pero sobre todo dedicación y no darse por vencido. No es fácil, es doloroso, pero al final logras salir adelante y, en ocasiones, renovado y mejorado. Lo mismo pasa en las organizaciones.

Lo que no existe en cambios organizacionales y en solución de problemas es la solución rápida con una «pastilla o pomada» para todos los males. Tenemos que dedicar el tiempo necesario.