Cuestiona lo que sabes


Tengo una fijación con la habilidad de observación. Esta habilidad es fundamental para la gestión gerencial, la supervisión, la solución de problemas y la auditoría. La observación es una parte importante del método científico para adquirir conocimiento. Y dentro de ello, los naturalistas, históricamente, han sido buenos observadores.

Leyendo al respecto me topo con el concepto de Epistemología:

Rama de la filosofía que estudia el conocimiento científico, su naturaleza, posibilidad, alcance y fundamentos.

La epistemología estudia las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento científico y los criterios por los cuales se lo justifica o invalida, así como la definición clara y precisa de los conceptos epistémicos más usuales, tales como verdad, objetividad, realidad o justificación.

Wikipedia

En mi lectura, el autor plantea:

  • ¿Cuál es la fuente de tu conocimiento?
  • ¿Por qué piensas lo que piensas?

Me quedo pensando al respecto. He leído que en otras culturas, existen palabras para diferenciar lo que aprendemos de primera mano y lo que aprendemos a través de otros. Hay una gran diferencia, lo primero lo has experimentado y corroborado personalmente, pero lo segundo, lo crees simplemente. Confías que otros lo ha experimentado y corroborado.

Ambos casos son importantes para crear nuestro conocimiento personal y colectivo. Pero el segundo require cuidado. Me viene a la mente una frase de Kaouru Ishikawa respecto al manejo de información de terceros:

«Si le muestran a usted cifras, desconfíe de ellas; si le muestran instrumentos de medición, desconfíe; y si le muestran un análisis químico desconfíe de él.»

Kaouru Ishikawa

El conocimiento que nos llega a través de otros puede no ser confiable y debemos ser cautelosos de aquello que «conocemos» pero no lo conocimos directamente y lo damos por cierto. ¿Cuánto realmente lo es? De igual modo, lo que creo o pienso, es lo que yo creo o pienso o es lo que alguien más cree y piensa.

Existen muchos mitos y creencias, estas épocas de pandemia están plagadas de ello y mucha gente defiende y cree cosas que no se ha tomado la molestia de verificar.

Un concepto sobre aprendizaje en adultos que aprendí hace muchos años atrás en una capacitación y lo di por bueno un gran número de años. Hasta que en una ocasión investigando para el diseño de un nuevo curso, me topé con el tema y al investigar ¡me encontré que la forma en que me habían explicado el concepto y yo lo había adoptado no era correcta! Tuve una sensación de desilusión por haber transmitido y usado el concepto mal por años, pero a la vez me dio una sensación de tranquilidad saber que ahora ya entendía el concepto como debía de ser.

En más de una ocasión al terminar de leer un libro, me acerco a mi esposa y le digo –este libro acaba de echar por la borda una parte de lo que sabía o creía sobre dicho tema.

El autor del libro sobre observación naturalista (John Muir Laws en The Laws Guide to Nature Drawing and Journaling) sugiere:

  • Revisar el racional detrás de nuestras ideas y opiniones.
  • Descubrir las suposiciones y brechas en el razonamiento y las creencias derivadas de mis propios pensamientos y experiencias.

A veces damos por hecho la infalibilidad de lo que sabemos. En el pensamiento científico, debemos de estar abiertos a cambiar nuestra mente, nuestros pensamientos, nuestras creencias ante la presencia de nuevas evidencias.

Debemos de proporcionar una aceptación provisional a las ideas y explicaciones que creamos y que defendemos. Están soportadas por lo que sabemos o supimos en el pasado, por lo que otros nos transmitieron, aunque pueden cambiar en la presencia de nuevas evidencias y mejores explicaciones. Y esto nos lleva a reflexionar sobre «lo fácil que es estar mal

Esta lectura me conectó con otra de Rolf Dobelli, «El arte de pensar», que habla sobre los errores de lógica o distorsiones cognitivas en las que podemos caer y pensar que estamos bien cuando en realidad no es así.

Es importante, como ejecutivos, especialistas, mandos, gerentes y empresarios, cuestionarnos frecuentemente qué es lo que sabemos, cómo lo aprendimos y si es necesario ajustar nuestro conocimiento frente a nueva información y nuevas experiencias. Es muy fácil caer en la ceguera de taller, en la complacencia, en pensar que ya lo sabemos todo, en que no es necesario revisar nuestro conocimiento.

¿Cuál fue la última cosa que pensabas que era cierta y resultó que no? ¿Reflexionas continuamente sobre el origen y calidad de tu conocimiento? ¿Has estado defendiendo ideas que no son acertadas?