Al ojo del amo


Todos hemos escuchado esa frase de que «al ojo del amo engorda el caballo». Y pues en las últimas semanas he tenido algunas pláticas y discusiones a ese respecto.

Me queda claro que el ideal del mando, gerente o empresario es la creación de un negocio autónomo. De hecho se habla que un empresario es aquel que puede dejar su negocio y regresar un año después y encontrarlo mejor que como lo dejó.

Y aunque llegar a ésta situación no es imposible, si es importante reflexionar sobre algunos puntos, culturales y sistémicos, por así decirlo.

Estar pendiente físicamente de lo que sucede en nuestras áreas o empresas es la forma más básica de control, la supervisión. Posiblemente de ahí haya surgido nuestra frase del día.

Hace muchos años, aprendí que una empresa crece y florece hasta donde al empresario le alcanzan los brazos, entendiendo que no podía crecer más allá de lo que él podía supervisar físicamente.

En ese momento, es importante reflexionar y aceptar que para pasar al siguiente nivel, es necesario adoptar un enfoque de desarrollo de personal y de sistemas de trabajo que nos permitan llegar a ese “nirvana” ansiado que es la autonomía y la delegación.

Simplemente dejar a la gente libre y sola no funciona del todo bien, pues es necesario crearles primero una cultura, que entiendan los valores y enfoques del negocio y luego que sean capaces de hacer lo que tiene que hacerse. Esto sin volverse áreas o empresas que dependan al 100% de una persona, sino de métodos y sistemas de trabajo.

El método científico de la administración suponía que los mandos eran los únicos capaces de establecer objetivos y métodos y los demás debían seguirlos de manera eficiente. Con el tiempo se ha ido cambiando el enfoque al de involucrar a la gente para que participe, tanto en la definición de los sistemas como de los objetivos. Esto requiere de un punto muy importante, la competencia técnica en temas de gestión de la gente.

Libros como el Ejecutivo al Minuto hablan de establecer los objetivos de la gente en una sola hoja y reunirse con ellos solo para revisar resultados. Pero es un proceso, pasa por ciertas etapas para llegar ahí, no es simplemente una decisión que se toma.

Y ese es el camino que debemos tener claros, el de desarrollar a la gente y luego solicitar los sistemas de trabajo que soporten una operación ordenada y eficiente. Incluidos los mecanismos de mejora e innovación de las operaciones.

Este es el primer paso, luego hay que establecer indicadores, los indicadores son nuestros ojos sobre el negocio. Los llamados objetivos, estrategias y los KPI, bajo la metodología de nuestra preferencias, bien llevados nos permiten tomar el pulso de la organización. No podemos no revisar dichos números, aunque podamos físicamente no supervisar la operación.

Otro paso importante, sobre todo cuando nos alejamos físicamente de la operación es conocer, entender y valorar la función del proceso de auditoría interna, no como un mecanismo estrictamente de control, sino como una herramienta para determinar si se hace lo que debe hacerse y que se tomen las acciones necesarias cuando no.

Alejarse no es imposible, pero implica pasar de la mera supervisión, a la competencia del personal, a la integración de sistemas de trabajo, a la integración de mediciones y finalmente a procesos de auditoría.

Es la suma de los elementos lo que nos permite «alejarnos», pero en realidad, nunca, nuca dejamos de tener los «ojos sobre el caballo» de un modo u otro.

Cuéntame que piensas. ¿Cuáles son tus retos para delegar? ¿Para formar gente competente y autónoma? ¿Para integrar los sistemas que te permiten no estar físicamente sobre la operación pero pendiente de «lo que pasa con el caballo»? Ya sea un área, unidad de negocio o la organización completa.