En diferentes momentos de mi vida profesional me tocó impartir clase a nivel universitario. En una ocasión el tema fue un Seminario de Consultoría para alumnos de 9º semestre ya casi listos para titularse.
Durante aquel tiempo, hubo un grupo en particular con pocos alumnos, eran tal vez unos diez. Las clases fueron transcurriendo y poco a poco comencé a notar comportamientos apáticos con los alumnos, más que la emoción de estar a punto de concluir sus estudios, graduarse y comenzar la aventura de la vida profesional.
En un punto del trimestre escolar el ambiente llegó a un punto insostenible y decidí que no tenía caso continuar así. Tenía que entender que era lo que sucedía con estos jóvenes en completo estado de desmotivación. Un día después de que entraron al aula les pregunté:
–¿Saben qué?, necesito hablar con ustedes muy seriamente. No me interesa que continuemos de esta forma.
Caminé desde el frente del salón hasta la puerta y la cerré.
–Vamos a hablar muy seriamente. No sé que sucede con ustedes, pero definitivamente algo está pasando. Así que quiero hacerles una pregunta. ¿Por qué están aquí? Y necesito que me digan, pues su comportamiento me habla a gritos de que ustedes no quieren estar aquí. Así que les pido que me cuenten ¿Qué hacen aquí?
Hubo un silencio en el grupo, los alumnos se miraron unos a otros, otros voltearon los ojos hacia arriba en señal de fastidio. Sin embargo, uno se quedó mirando al frente y en eso levantó la mano.
–Adelante, cuéntame.
–¿Sabe…?, la verdad es que yo quería ser contador.
Obviamente, eso no tenía ningún sentido con la carrera en la que se encontraba actualmente. Por lo que me vi obligado a preguntar:
–Y entonces ¿qué haces aquí?
–Pues es que mis papás querían que estudiara esto.
Hubo un silencio y otro de los alumnos levantó su mano.
–Yo quiero ser policía federal…es lo que realmente quiero, pero mis papás no quieren. Y me dijeron que tenía que estudiar algo y acabé aquí.
Esta segunda participación liberó la tensión y uno a uno todos los alumnos fueron expresando situaciones similares. ¡No hubo uno solo de los alumnos que quisiera estar en la carrera en la cual estaban por titularse!
Tengo que aceptar que yo me quedé impávido por dentro. No es como que a mi me hubiera encantado mi carrera y la elección que hice, pero en ningún momento llegué a tal grado de desmotivación y situación de estar haciendo algo que no solo no empataba con mis habilidades, sino que además era de tal desagrado que me llevara a la apatía extrema.
Lección aprendida
Uno de los retos del liderazgo, de la gerencia y la gestión es empatar a la gente y sus fortalezas con las actividades o tareas. Eso sabemos que nos llevará a un buen desempeño y a que la gente se sienta motivada.
Ese evento sucedido hace muchos años deja claro como muchas personas, no solo a nivel universitario, sino inclusive gente con formación técnica e inclusive gerentes y empresarios se encuentran realizando tareas que no les atraen o no les gustan en lo más mínimo.
Estas personas a punto de graduarse pasarán a ser parte de alguna organización y ahí perpetuaron su desmotivación y su falta de compromiso. El reto en las organizaciones es darnos cuenta de estas situaciones y dedicar el tiempo necesario para seleccionar y ubicar correctamente a la gente para obtener un buen desempeño.
Si nosotros estamos en esa situación debemos de tomar conciencia, y tomar valor, para hacer los cambios o ajustes necesarios en nuestra vida y en nuestras actividades a fin de realmente lograr un punto en que lo que hacemos y nuestras fortalezas estén mayormente alineadas.
Hoy cuando visito una empresa, antes de juzgar a la gente, lo primero que busco es ver si la actividad de la persona y sus fortalezas coinciden y están alineadas. En muchas ocasiones no es así y eso explica mucho de la falta de compromiso y del mal desempeño en las organizaciones.