En una ocasión, trabajando en un proyecto de implementación de un sistema de gestión de calidad, tras varios meses de estar avanzando a cuentagotas en la implementación, uno de los gerentes me invito a desayunar y acepté. Quería platicar conmigo algunas de sus impresiones sobre el proceso y los retrasos. Yo me presenté puntual a la cita, había otra persona de la empresa acompañándole.
–¡Hola toma asiento!
–Gracias.
–Mira quiero comentar contigo algunas cosas. Siento que no sé que buscamos con el sistema.
–Te escucho.
Por un buen rato, el gerente expuso sus argumentos. Mencionó como funciona la empresa, el nivel de la gente, las rencillas internas, la cultura y demás. Yo me dediqué a escuchar pacientemente sus comentarios y argumentos.
–¿Cómo ves?
–Me parece muy interesante lo que me comentas y estoy de acuerdo en algunas cosas. Respecto a qué valor tiene todo esto que estamos haciendo y para qué sirve el sistema de gestión de calidad, piénsalo así: si resumimos todo lo que sabemos de administración y de calidad en un pequeño manual tenemos la norma, es lo mínimo que una empresa debería de tener. Es “administración kínder uno”.
El gerente se quedó en silencio pensando en esas palabras. Casualmente él tenía estudios de administración de empresas. Continuamos un poco más conversando y terminó el desayuno.
Al cabo de un par de semanas, me volvió a invitar. Y nuevamente nos reunimos.
–¡Hola que bueno que vienes!
–El gusto es mío. ¿Cómo estás?
–Muy bien gracias. Sabes…me quedé pensando seriamente en lo que me dijiste de que esto es “administración kínder uno”. Empecé a recordar todo lo que vi en mis estudios y de repente me cayó de golpe la realidad. ¡Tienes razón! Todo esto que pide la norma lo vi durante mis estudios. Pero ya lo había olvidado.
El gerente continuo buen rato explicándome como había recordado muchos principios y conceptos básicos de la buena administración de empresas y cómo ahora él veía el vínculo con el sistema de gestión. De hecho, el sistema no solicita nada extraordinario sino un conjunto de buenas prácticas administrativas encaminadas a garantizar la calidad y la gestión.
Lección aprendida
A lo largo de los años he conocido gerentes y empresarios con estudios en administración que han sido absorbidos por el día a día y no visualizan como ciertos principios básicos de aquellos estudios les pueden ayudar a resolver problemas de su mismo día a día.
La administración no es ciencia espacial, tampoco hay que descubrir el hilo negro. Ciertamente, algunas propuestas administrativas rayan en lo utópico y fantástico, pero muchos principios básicos han sido el resultado del aprendizaje en el mundo real de muchas empresas. Entender y conocer la diferencia entre los fundamentos y las modas es esencial para salir de la trampa mental o la falsa ilusión de que todo lo que se estudia no es aplicable en el mundo real. El reto es distinguir el grano de la paja.