Cuando yo obtuve mi gerencia, fue un caso muy especial en la empresa en la que laboraba, era uno de los gerentes más jóvenes en obtener la posición. Sin embargo, yo había pasado por el programa de formación de talento de la empresa, uno de cuyos objetivos era formar gerentes potenciales. Aún así, pues fue un choque ideológico para la empresa. Ese programa era nuevo en esa unidad de negocio.
Uno de los puntos es que yo entré con un sueldo bastante menor que otros gerentes, inclusive, al principio ganaba menos que la gente a mi cargo. Pero a mi eso no me importó. Acepté el reto y fui creciendo y nivelando mi sueldo.
Durante mi estadía en la empresa, previo a la gerencia, hubo dos momentos en los que quise renunciar o “tirar la toalla”, aunque gracias a varios mentores entendí la gran oportunidad que tenía por delante y permanecí hasta llegar a obtener la gerencia.
Un día, ya tarde, se habían retirado todos mis subordinados y me quedé a atender unos asuntos que tenía pendientes, aprovechando la quietud del momento. En eso sonó el teléfono:
–Bueno, ingeniería ¿en qué le puedo apoyar?
–¿Es el Ing. Luis Iturriaga?
–Habla Andrés Torres, soy un Head-hunter y tengo muy buenas referencias suyas y quiero ofrecerle una posición en otra empresa, deje le explico…
Me quedé en silencio escuchando como el Head-hunter, o cazador de talento, me platicaba de las oportunidades que tendría y demás. No hacía demasiado tiempo que había obtenido mi gerencia y aún tenía varios retos que atender. Había pasado buenos y malos momentos en la empresa, pero al final el saldo era más positivo que nada. Tenía buenos amigos, había viajado al extranjero, habíamos certificado la empresa y mucho más. Estaba yo en franco ascenso y eso de ¿renunciar por un mejor sueldo no me cuadraba en ese momento?
–¿Qué le parece? ¡Es una gran oportunidad!
–Suena muy bien. Te agradezco, pero la verdad es que me siento bastante a gusto aquí donde estoy.
–¡El sueldo es significativamente mayor de lo que tienes actualmente!
–Es muy atractivo, aunque como te comenté, estoy a gusto en este momento. Agradezco tu llamada.
Colgué. En ese momento, entró una figura que había estado afuera de la oficina. Era el gerente de recursos humanos.
–¡Hola! ¿Trabajando tarde? ¿Quién era?
Lo miré y no sé si como para inflar mi ego, pero le respondí:
–Era un Head-hunter. Me preguntó si quería otro trabajo.
El gerente de recurso humanos abrió los ojos. Yo continué:
–Me ofreció un buen aumento de sueldo para irme a otro lado.
El gerente de recursos humanos se puso serio. La empresa había invertido mucho en programa de formación de talento, y en mi desarrollo, y no había pasado tanto tiempo de que me habían ascendido. Miré su expresión de asombro e incomodidad ante el evento y le dije:
–No te preocupes. Le dije que no. Estoy a gusto aquí.
El gerente de recursos humanos relajo un poco su mirada, descansó. Se despidió y se dio la vuelta.
Lección aprendida
En carne propia viví que, si estás a gusto en una organización no te cambias por dinero, yo había tenido oportunidad de desarrollo y crecimiento, retos que librar, éxitos y fracasos. Sobre todo, tenía un jefe que me apoyaba y que creía en mí, que me dio oportunidades de aprendizaje. Tuve compañeros con los que formé equipo de trabajo y con los que crecí. ¡Estaba yo a gusto en ese momento! Además, me sentía comprometido con retribuir esas oportunidades. Y así lo hice.
En aquel momento me quedó claro que el compromiso de una persona con la empresa es mucho más que el sueldo, es mucho más que un incentivo económico. Es un clima de trabajo, son oportunidades, es un equipo de trabajo y colaboradores, es una cultura.
En más de una ocasión, con el paso de los años, me he encontrado a gerentes y directores discutiendo y justificando que en sus empresas los sueldos son buenos y competitivos y que las prestaciones también. Sin embargo, va mucho más allá si queremos desarrollar un gusto por la empresa, una pasión por el trabajo y un compromiso con la organización. Se requiere mucho más para que la gente se “ponga la camiseta”.