Cuando fui seleccionado para ser gerente, el gerente general, tras el proceso de selección me convocó a una reunión en su oficina.
–Pasa toma asiento. Quiero comentar contigo los resultados de la evaluación final de selección para la posición de gerente.
Mientras expresaba estas palabras colocaba el reporte de evaluación y lo abría en la página que mostraba el resumen de los resultados.
–Fuiste quien obtuvo la mejor evaluación en el proceso. Así que estoy considerándote para la posición.
Mi corazón se aceleró. ¿Yo? ¿En serio? No podía procesarlo, llevaba pocos años en la empresa y ciertamente había gente mucho más experimentada que yo. Sin embargo, no estaban evaluando experiencia, sino conocimiento en gestión y habilidades para actividades gerenciales.
–Sin embargo, quiero que sepas que ¡no te voy a dar la gerencia!
¡No bueno! Primero te emocionas y se acelera el corazón con la emoción de la situación y luego viene el balde de agua fría a todo lo que da. Me quedé en silencio, la verdad no recuerdo si comenté o no algo. Tras una pausa hubo comentarios.
–Y no lo voy a hacer porque en la evaluación sale un punto que me preocupa mucho.
Volteo el reporte y señaló en el mismo un punto.
–¿Sabes que dice esto? Básicamente dice que te cuesta trabajo delegar. Y eso, eso es un gran problema. No le puedo dar la gerencia a alguien que no sabe delegar.
Yo soy una persona que le gusta aprender y bastante autónomo. En aquella época básicamente yo me hacía todo y rara vez pedía ayuda. En cierto modo, un cierto orgullo personal, mi introversión en aquella época, algo de timidez y mi falta de experiencia me llevaban a no pedir apoyo de los demás.
Me quedé en silencio reflexionando en las palabras del gerente general, como si se hubiera detenido el tiempo. No se cuánto tiempo paso y no recuerdo que otras palabras hablamos. Entonces expresó lo siguiente:
–Sin embargo, ya lo pensé y te voy a dar la oportunidad de que me demuestres lo contrario. Que me demuestres que puedes trabajar con otros y que puedes delegar tareas.
Asentí con la cabeza y estuve de acuerdo. Tras esa declaración sentí el peso de la responsabilidad que se me venía enfrente, pues no es sencillo para alguien como yo el delegar y dejar que otros hagan las cosas. Mi exigencia personal de hacer las cosas con un cierto nivel de bien hechura, o de excelencia, no permite confiar fácilmente.
Salí de la reunión, tenía que ir a recursos humanos. Se venían días y años interesantes por delante.
Lección aprendida
Como especialistas, previos a adoptar una posición gerencial, es común querer controlar y hacer las cosas, pero ser gerente significa dejar de ser el experto. Significa dejar de ser quien hace todas las cosas. Significa aprender a desarrollar a otros y confiar en que van a realizar las cosas, tal vez no como uno, pero lo harán bien y con apoyo y desarrollo cada vez lo harán mejor.
No fue fácil, empecé con cosas sencillas, como dejar que mi asistente comenzara por elaborar algunas cartas y escritos, pedirle que convocara a reuniones, dejar que organizara mis viajes y hasta la entrené en el uso del PowerPoint para que pudiera realizar parte de las presentaciones previo a mi revisión. En algún momento se sentó conmigo y me dijo:
–¡Ay jefe! Yo te tengo que ser honesta. Cuando te dieron la gerencia, me dio mucho miedo. ¡Pensé que me iban a correr! ¿Qué iba a hacer yo ahora si tu solo te haces todo? Y la verdad quiero agradecerte por confiar en mí.
Aquellas palabras resonaron en mi, los años siguientes fueron un arduo camino para aprender a confiar en la gente. Hubo errores, sí. Sin embargo, esos errores ayudaron a forjar el camino hacia la autonomía de la gente y a acrecentar su confianza en que podían aprender y, finalmente, que podían desempeñarse al nivel requerido sin que yo estuviera supervisando y micro administrando cada cosa.
No solo fue decisión e intención mía de lograrlo. Requerí formación de al menos dos largos diplomados, uno en Liderazgo y otro en Administración para aterrizar muchas técnicas y conocimiento que finalmente me permitirían confiar en otros. Tenemos que entender que la delegación es un proceso, toma tiempo y tenemos que gestionarlo de manera activa. Hoy, tantos años después, aún sigo aprendiendo este tema. Uno de los retos más grandes en mi persona.
Trabajando con empresas a lo largo de los años, me ha dado cuenta de que no es una situación exclusiva mía. Es una situación que se repite y abunda en las organizaciones. En mi opinión y en mi experiencia, se requiere de conocimiento y de apoyo para superarla. Necesitamos ver a otros hacerlo y triunfar haciéndolo para creer que es posible.