Nosotros sí les dijimos


Como egresado del programa de selección de talento, junto con otros amigos y compañeros recibí amplia capacitación relativa a los sistemas de gestión de calidad. 

Ya trabajando en planta nos asignaron temporalmente como apoyo para la implementación del sistema de gestión de calidad en la organización. En tal posición tuvimos acceso a reuniones de avances y reportes al respecto. Una de las cosas que nos llamó la atención, a un amigo y a mí, a pesar de ser bastante nuevos en el tema, es que se mencionaba, de parte de las diferentes áreas y gerencias, avances superiores al 80%.  

Nosotros nos involucramos en el proyecto por ahí del primer trimestre del año y para mediados de año se está programando, en papel, que se pudiera tener la auditoría de certificación. Un compañero y yo nos metimos a fondo a revisar avances contra cada requerimiento de la norma y las evidencias disponibles como nos habían enseñado en la capacitación. 

Para nuestra sorpresa, concluimos que no estábamos ni remotamente cerca de un cumplimiento de cerca del 20% de lo que requería por parte de la norma guía. Como novatos, sin experiencia y sin nada que perder, platicamos y decidimos preparar una carta con nuestras conclusiones. Mencionábamos que las evidencias no mostraban el grado de avance que se reportaba y nos aventuramos a hacer un pequeño cronograma que mandaba la implementación al año siguiente. 

En nuestra inexperiencia nos brincamos a nuestro gerente y mandamos, un día en la tarde, la carta directamente al Gerente General. En aquel momento nos sentimos muy orgullosos de nuestro documento. 

Al día siguiente, nuestro gerente nos llamó a su oficina recién llegamos a la planta. Se nos quedó viendo con mirada incrédula y a punto de explotar. En eso colocó, de manera muy enérgica, nuestra carta sobre su escritorio. 

–¿Qué creen que es esto? ¿Una carta diciéndole al gerente general que no estamos listos? ¿Cómo se les ocurre mandar algo así a la empresa?

–Bueno es que…

–¡Es que nada! Acaban de entrar y con estas cosas… ¡ustedes van en contra del desarrollo de la empresa!

“¡En contra del desarrollo de la empresa!”, creo que nada me dolió más que esa frase. El regaño continuó por varios minutos más. El resultado de nuestro pequeño acto de insubordinación fue prácticamente “la ley del hielo” de parte de nuestro gerente. Nos mando a la oficina más lejana, en el punto más lejano de la planta a realizar las tareas menos relevantes que encontró.  

Pasaron algunos meses, llegó medio año y no hubo certificación, siguieron pasando los meses y llegamos al cuarto trimestre de aquel año. Un día, sin más ni más, así de la nada entró, a nuestro cubículo perdido en el fondo de la planta, nuestro gerente. Se nos quedó mirando a mi compañero y a mí y expresó:

–A ver ustedes dos que se supone que le saben a esto del sistema de gestión de calidad. Acompáñenme, tenemos reunión de revisión con el gerente general. 

Sorprendidos lo acompañamos a la enorme sala de la Gerencia General. Había un murmullo incómodo por todos lados. Estaban todos los gerentes de todas las áreas y los jefes y responsables también. Era una sala de juntas muy grande. Entró el gerente general a pasó firme, dio los buenos días y se sentó muy cerca de donde se iba a proyectar el reporte de avances. 

El Gerente de Calidad tomó la palabra y presentó una serie de láminas explicando la situación en la empresa y el por qué no se estaba en donde se pensaba respecto a la implementación. El Gerente General con mirada muy seria preguntó:

–Y ¿qué pasó?

El Gerente de Calidad respondió:

–Mira, lo que pasa es que la verdad no nos dimos cuenta de que no teníamos el avance que pensábamos y que no estábamos haciendo lo requerido. 

–Y ¿cómo es que nadie se dio cuenta? 

Esa expresión retumbó en toda la sala de juntas. Fue una pregunta enérgica y con una enorme carga de reclamo. ¿Cómo en una planta de 600 personas nadie se había percatado de la situación?

En ese momento, tengo que aceptarlo, sentí que me hervía la sangre, creo que hasta se me nubló la mente. Volteé a ver a mi compañero, y amigo, y murmuré:

–Nosotros les dijimos hace meses.

Él me miró y asintió. 

Mi mente quería pensar, pero a la vez estaba bloqueada del enorme sentimiento de frustración. Volteo nuevamente hacia mi compañero y le murmuro nuevamente:

–Hermano ¿quieres ver el mundo arder?

Me miró y asintió. En ese momento, un reflejo hizo que mi brazo derecho se levantara de manera instantánea y expresé enérgicamente en medio del barullo de la sala de juntos:

–¡Nosotros sí les dijimos! 

Se hizo un silencio sepulcral literalmente. Todos en la sala voltearon a ver a los novatos y abrieron sus ojos. Nuestro gerente no podía creer lo que escuchaba. El Gerente General nos miró sorprendido y con mirada inquisitiva.

–¿A que te refieres?

–Nosotros le mandamos una carta hace meses diciéndole que el proyecto no iba bien y que no estábamos donde se creía en términos de avances y además incluimos un plan que mencionaba los tiempos en los que podríamos tener las cosas concluidas de manera más realista. 

El Gerente se quedó pensativo. Volteo hacia su asistente y le instruyó:

–Localíceme esa carta. 

Luego nos miró y expresó:

–Se terminó la junta. ¡Ustedes dos a mi oficina!

La junta terminó de manera incomoda y al poco tiempo ya estábamos esperando afuera de la oficina del gerente general. Estaba adentro con su asistente que le entregaba en su mano la carta de hace unos meses. Nos pidieron que pasáramos. La asistente salió y cerró la puerta. 

Nos sentamos frente al escritorio del Gerente General y se hizo el silencio. Tomó la carta y la leyó en silencio. Terminó de leer y se reclinó en su silla. Nos miró fijamente.

–¿Están seguros de esto?

–Sí

Siguió una plática, preguntas y respuestas. Dimos nuestra opinión. Nos miró nuevamente con una chispa en sus ojos característica de cuando va a tomar una decisión y con tono firme y cortante nos dijo:

–Está bien. ¡Ustedes dos están a cargo del proyecto a partir de este momento!

Creo que se nos bajó la sangre a los pies. No habíamos cumplido el año en la empresa y ahora estábamos a cargo de uno de los proyectos más importantes de la empresa. 

–Está bien…

O algo así dijimos, no recuerdo bien, mi amigo y yo nos miramos en silencio pensando que íbamos a hacer mientras caminábamos hacia fuera de la oficina del gerente. No había vuelta para atrás, habíamos levantado la mano y ahora era momento de dar resultados. Ahí empezó la aventura. Pasarían un par de años para lograr la tan ansiada certificación, bien hecha, bien implementada y con horas, días, semanas y meses de mucho esfuerzo y aprendizaje. 

Lección aprendida

En ocasiones nos engañamos a nosotros mismos con los tiempos de implementación de los proyectos de gran envergadura. Es algo natural ser demasiado optimistas en las fechas. 

Otro punto es que el desconocimiento amplio de un tema puede hacernos subestimar la carga de trabajo. Mi compañero y yo habíamos pasado un amplio entrenamiento y aunque no conocíamos a fondo el sistema ni habíamos implementado antes algo así, sabíamos que faltaba mucho por hacer. 

En aquella época entendí que para crecer hay que levantar la mano. Entendí que luchar contra el “status quo” y contra las jerarquías y estructuras no es fácil. También entendí que si no estás de acuerdo con algo y levantas la mano, tienes que estar dispuesto a asumir las consecuencias y la responsabilidad de hacer las cosas de la manera que pensabas que debían de haber sido. La inconformidad debe de ir de la mano de la responsabilidad y de la acción. 

Este evento me marcó, a mi compañero y amigo, y a otros que acabaron involucrados también. Aprendimos a trabajar en equipo, aprendimos los retos de implementar y cambiar la mentalidad de toda una organización, aprendimos a equivocarnos y a avanzar poco a poco. Aprendimos, sobre todo que solo a través de la competencia (saber y saber hacer), la acción y los resultados es que forjamos nuestra imagen en una organización y ganamos el respeto de los demás. La única forma de aprender es hacer y la única forma de hacer es aceptar el reto de hacerlo.