En mi primera posición dentro de la planta, en el área de manufactura, tuve una fuerte discusión con mi entonces jefe. Él y yo éramos muy diferentes. Él tenía una trayectoria de toda una vida en la empresa, iniciando desde los niveles más bajos y escalando hasta una posición gerencial.
Yo venía egresando de la carrera y del programa de formación ejecutiva del grupo en que ambos trabajábamos. El tema de nuestra discusión era bastante trivial (una regla de tres) en relación con un tema de producción.
Estaba en su oficina y comentábamos un tema de capacidad de producción y personal. Por alguna razón me había invitado a reflexionar con él. Su oficina estaba en un segundo piso desde el que se podía ver desde lo alto toda la operación de las líneas de producción.
Él estaba parado junto a un pizarrón que tenía en la pared y me explicaba como quería abordar el asunto en discusión.
–Y entonces así es cómo queda y determinamos lo que necesitamos.
–Pero está mal…
–¿Cómo que está mal?
–Sí, es que tendría que ser diferente.
En aquel momento, mi inexperiencia, mi ego grandote y mi falta de empatía solo me hicieron pararme firme en mi opinión sin estar dispuesto a escuchar, explicar y conceder, mucho menos negociar. Yo estaba bien, pero ese no era el punto. El tema en cuestión podía resolverse fácilmente, sin embargo, mi jefe estaba aplicando mal una simple regla de 3. En el calor de la discusión fui totalmente incapaz de hacerle ver la situación, me limité a decirle que estaba mal.
La cosa se complicó tanto que empezó a escalar el nivel del tono de voz, hasta tal punto que ya casi eran gritos de parte de mi jefe. Yo cuando me molesto puedo quedarme callado, pero mi expresión facial no puede y seguramente él lo percibía y eso no ayudo en nada.
Las cosas llegaron a tal punto en qué iba pasando el gerente de recursos humanos y se asomó y sutilmente entró y cerró la puerta detrás de sí para evitar que la acalorada discusión fuera escuchada por toda el área de ingeniería de producción.
El gerente de recursos humanos, mucho mayor que yo, bastante sereno y con mucha más experiencia, procedió a mediar la situación. Buscando calmar los ánimos y buscando entender la situación. Al final él era responsable de nosotros los egresados del programa de talento, así que en cierto se sintió obligado a intervenir.
Tras explicarle la situación al gerente de recursos humanos, le acabé convenciendo de que era una simple regla de 3 lo que aplicaba para resolver la situación en cuestión. Por más intentos que realicé, mis deficientes esfuerzos no lograron convencer a mi jefe, el gerente de producción. Mi relación con mi entonces jefe quedó estancada de ahí en adelante.
Lección aprendida
Tengo que aceptar que esta situación no generó un aprendizaje en mí hasta tiempo después. Tuvieron que pasar más experiencias y aprendizaje hasta que eventualmente entendí que en ocasiones no es importante estar bien. Es importante trabajar la relación para luego poder influir positivamente en una persona.
En aquel momento, no me di el tiempo de generar una relación sana en la que me hubiera ganado la confianza de mi jefe. Con los años he aprendido el valor de hacerlo. Inclusive durante años posteriores en la implementación de sistemas de gestión me encontraría con ejecutivos y especialistas designados para coordinar la implementación que chocarían con colaboradores y gerentes de mayor edad al no poder lograr la empatía para una sana relación.
Esta anécdota me enseñó que debo darme el tiempo de crear relaciones que permitan trabajar hacia delante. Hoy he podido apoyar empresas y hacer que esos jóvenes impetuosos observen en tiempo real como existen otras formas, apoyadas en buenas prácticas de liderazgo, comunicación y colaboración para lograr trabajar con esas “personas difíciles”.
Hoy, si pudiera regresar el tiempo, con todo lo que sé y he aprendido, habría manejado la situación muy diferente. Pero el tiempo no regresa, no tiene caso pensar en ello, voltear al pasado es solo para reflexionar y en consecuencia aprender y cambiar comportamientos. Hoy en día he aplicado enfoques diferentes a situaciones similares que han surgido a lo largo de los años y en que han salido mucho mejor libradas que aquella acalorada discusión por una regla de 3.