Cuando después de algunos años de trabajo terminé como gerente, comencé mis funciones en el área tras varios meses de que la misma había estado acéfala, esto es, sin un gerente a cargo y solo supervisada por el gerente general. Me metí de lleno a aprender el nuevo oficio y poco a poco las cosas fueron acomodándose y en eso llegó, al poco tiempo de haber asumido funciones, la fecha calendario en el que me tocaba tomar vacaciones.
Yo no me sentía a gusto teniendo que despegarme de la operación, justo en el momento en que sentía que estaba tomando el control de las cosas y que todo comenzaba a cambiar de manera ordenada.
Como joven gerente novato, le tomé la palabra al gerente general que me había dicho que cuando tuviera una duda su puerta estaba abierta.
–Hola, tienes unos minutos.
–Adelante, ¿cómo van las cosas?
–Bien, ya está comenzando a funcionar lo que platicamos. Sin embargo, tengo un detalle. Se viene la fecha que tengo que tomar vacaciones y cómo mínimo es una semana completa…
Continué explicando mis argumentos como pensando que mi jefe me daría la razón y me diría que estaba bien, que hablara con recursos humanos para que yo no tomara mis vacaciones y poder continuar supervisando el área.
Mi jefe me escuchó paciente y finalmente dio su opinión al respecto.
–Sabes, una de las cosas que tienes que aprender es que no puedes controlar todo. En algún momento tienes que confiar en tu gente.
–Sí, entiendo, pero es que tengo que supervisar y ver que hagan todo y que continúen con las nuevas prácticas.
–El punto que hay que entender es que el mundo sigue girando sin nosotros.
Me quedé pensativo ante tal expresión. Y si ¿realmente no me necesitan? Y si ayudo a realizar un cambio, pero ante mi ausencia las cosas seguirán adelante. Ese pensamiento me heló por dentro a la vez de dio una sensación de tranquilidad.
–Vete de vacaciones. Designa responsable y ve que pasa.
Hice como me dijeron. Me fui de vacaciones, aunque tengo que aceptar que estuve parte de estas algo inquieto. Lo que si hice fue desconectarme. No supe nada hasta mi regreso.
A mi regreso el área seguía ahí, la gente seguía ahí, los problemas seguían ahí, las mejoras implementadas seguían ahí. El mundo siguió girando a pesar de mi ausencia.
Lección aprendida
Una de las cosas que nos suceden como mandos, ejecutivos y profesionistas es pensar que somos indispensables y pensar que el mundo no puede girar sin nosotros. En aquella ocasión entendí que no es así. Y que es importante aceptarlo para darnos tiempo para nosotros, como las vacaciones. Y a la vez dar la oportunidad de que nuestra gente demuestre de lo que es capaz y, además, darle oportunidades para su propio crecimiento.
Cuando pensamos que todas las cosas giran a nuestro alrededor, sacrificamos nuestra persona y el desarrollo de nuestro personal. Al final, el mundo seguirá adelante cuando nos hayamos ido. Esta lección me serviría más adelante cuando tomé la decisión de retirarme de la empresa. A pesar de toda la incomodidad que causó y de mi conflicto interno, sabía que las cosas seguirían adelante. Hoy sé lo mismo, en cualquier momento mis clientes pueden prescindir de mi y seguirán adelante. No hay seguridades compradas ni aseguradas. Y con eso en mi mente me muevo hacia delante cada día.