Cuando fui gerente de ingeniería tenía una asistente y, cada año, asistía al encuentro de asistentes que organizaba el grupo. Dicho evento congregaba a decenas, sino es un ciento de asistentes de todo el país.
A su regreso, muy emocionada, me contó su experiencia.
–Sabes jefe, estuvo muy padre. Nos dieron varias pláticas y ¿qué crees? Al final tuvimos una sesión con uno de los directores y accionistas del grupo. Nos dio una interesante charla.
–¡Que bien, suena que tuvieron una gran experiencia!
–Fíjate que al finalizar la sesión con el director, una de las compañeras se atrevió a hacer un cuestionamiento: “Yo quiero preguntarle porque este grupo se toma la molestia de juntarnos a nosotras las simples asistentes y de darnos todo este conjunto de eventos de capacitación. Muchas de nosotras probablemente salgamos en algún momento y alguien nos reemplace.” –Tuvo mucho valor para hacer esa pregunta.
Continuó comentándome que el director se mostró muy calmado y ecuánime. Tomó el micrófono y respondió la pregunta del siguiente modo:
–Es muy cierto lo que comentas, podría parecer una inversión que no nos reditúa. Sin embargo, a lo largo de los años hemos aprendido muchas lecciones y una de ellas es que: “preferimos una persona capacitada que esté con nosotros algún tiempo y se vaya. A tener una persona no capacitada que se quede largo tiempo con nosotros”.
Mi asistente continúo expresando lo feliz que se sentía de trabajar en un grupo de empresas que tuviera esa mentalidad ya que, además, no era lo común en otras empresas.
Lección aprendida
En su momento me pareció una respuesta genial, y aún continúa siéndolo. Habiendo estudiado administración y temas de liderazgo, el desarrollar a la gente para que esté preparada para realizar sus actividades es una de las estrategias más rentables para las empresas.
Aprendí, sin embargo, que para muchas empresas invertir en la gente no es bien visto por que al final “se van a ir”. Prefieren tener una persona incompetente, que asumir el costo de capacitarla y que deje la empresa. Obviamente, esto con las potenciales consecuencias de errores, fallos y problemas asociados a la operación.
He conocido muchas empresas que no tienen reparo en entrenar a su gente y desarrollarla. He visto a esas empresas crecer y prosperar en contraste con aquellas que ven al desarrollo de la gente como un costo inútil que no será de beneficio para ellos. Esas empresas padecen una y otra vez, en errores, en quejas y pérdidas de clientes y recursos, el costo de la incompetencia de su personal.