No los tengo aquí para que me digan que sí


Cuando me tocó ser gerente era una persona que no tenía grandes compromisos personales. Aún no estaba casado, estaba sin hijos y estaba sin deuda alguna o presión económica de algún tipo. Estaba bien preparado y sabía que podía buscar nuevas oportunidades de trabajo fuera de mi empresa. Tenía en cierto modo, la certeza y tranquilidad de que podía hacerlo. No así los otros gerentes. 

En una ocasión estábamos en una reunión de trabajo con nuestro jefe, el gerente general. Éramos unos 7-8 gerentes. El gerente general se paró frente al grupo y comenzó a explicar algunas estrategias en el pizarrón. Eran propuestas de cambio en la organización con fines de mejora. 

Después de su explicación del tema, volteo y nos miró y nos preguntó ¿qué les parece? Centró su mirada en el gerente que tenía a su izquierda y fue dándoles la palabra uno a uno en sentido de las manecillas del reloj. Yo era el último. 

–Se me hace algo excelente. 

–Muy bien me gusta.

–Gran idea, nos va a funcionar muy bien.

–Coincido con mis compañeros. Muy buena propuesta. 

Así continuaron en el mismo tenor los comentarios hasta que llegó a mí. Lo miré en silencio, me miró, de hecho, todos me estaban mirando. Ya era yo conocido por “levantar la mano” e “ir en contra de la empresa”. Respiré, miré mis anotaciones, había estado bosquejando opciones en mi libreta y dije:

–A mi no me cuadra, creo que hay algunas cosas que revisar para que realmente funcione. 

¡PAAAM!, sonó el golpe con la mano abierta que dio el gerente general en la mesa. Todos brincamos, luego con una voz fuerte y algo de enojo comentó:

–¡No los tengo aquí para que me digan que sí! ¡Los tengo aquí para que me cuestionen! ¡Los tengo aquí para que opinen! Yo me puedo equivocar o no ver todo el panorama y necesito que ustedes me ayuden a ver las cosas claramente y a complementar mis ideas y puntos de vista. 

Toda la mesa miraba y escuchaba con asombro y, algunos, con algo de pena por la situación. 

Nuestro jefe respiró, retomó la compostura y me miró nuevamente. 

–¡Ándale, pasa al pizarrón! ¡Mata mi idea!

Me levanté, tomé el pizarrón y borré parte de un diagrama que había elaborado él. Tomé mis notas y comencé a bosquejar lo que yo consideraba que había que modificar en esa idea inicial de él. 

Lección aprendida

Desde aquella ocasión entendí que es muy fácil para los equipos gerenciales el caer en una situación de complacencia y de no cuestionar al líder. Los gerentes prefieren estar de acuerdo que caer en conflicto con el líder. 

A lo largo de los años me ha tocado ver escenarios similares y las razones pueden ser muy variadas:

  • El líder siempre dice que hacer y la gente se acostumbra, cuando necesita que le apoyen a pensar y decidir, simplemente el equipo no cuenta con el hábito necesario. 
  • Los gerentes no saben de temas estratégicos y de gestión, por lo tanto, si su líder comienza a tratar esos temas prefieren quedarse callados. 
  • Es más fácil no agitar el avispero. Algunos gerentes tienen tanto tiempo invertido en la organización y tantos intereses que no desean sacrificarlos al entrar en conflicto o diferencias de opinión con el líder. 
  • Temor al error, a nadie le gusta equivocarse y en algunas organizaciones está mal visto el equivocarse. 
  • Cuando alguien tiene mucho que perder, tiene hijos, familia, casa, deudas, en mi opinión, tiende a ser más cauteloso para ponerse en la “línea de fuego”. 

Probablemente existen otras causas, el punto es que existen. Uno de los retos de los líderes, a cualquier nivel, es establecer la cultura para que los colaboradores participen de manera activa, sin miedo a las consecuencias, sabiendo que se pueden equivocar. 

Ciertamente, existen casos de colaboradores que siempre opinan, son inconformes, quieren jugar al abogado del diablo, pero lo hacen de manera negativa. Ellos requieren de orientación para continuar su participación, aunque proponiendo más que solo criticando. La idea es crear un equipo que provea ideas, no que solo las critique. 

A lo largo de los años he tenido que mediar entre jefes y gerentes para lograr que se pongan en la mesa esos puntos de opinión del grupo respecto a las estrategias. No es fácil y luego, el jefe, el líder, debe ser capaz de procesar los comentarios de su gente. 

Como gerentes, nuestro reto es desarrollar la suficiente competencia, autoestima, reputación y una relación de confianza con nuestro superior para poder expresar de manera constructiva nuestras opiniones a fin de ayudar a la organización a crecer. No es sencillo, pues algunos jefes, a diferencia del de la historia, no quieren que se les cuestione. Pero esa, esa ya es otra historia.

Relatos de gestión y de calidad Vol. 1

En los últimos meses me he dedicado a escribir un libro que saldrá en dos volúmenes. La temática son Relatos de Gestión y Calidad acumulados a lo largo de +25 años de vida profesional.

Estos relatos, basados en historias reales, he tenido que adaptarlos ligeramente para evitar nombrar personas, empresas, y otros puntos que no son relevantes. Además he agregado algunos diálogos para mostrar el punto que me interesa.

El punto es compartir puntos que he vivido y que creo que otros, o han vivido cosas similares, o les podría ayudar conocer estos temas. Intento colocar una lección al final de cada relato que sirva de reflexión al lector para conectar con sus experiencias previas o para acceder a mi punto de vista sobre la situación.

El primer volumen ya está prácticamente escrito y a punto de entrar en etapa de redacción y he decidido, mientras se hacen ajustes, compartir algunos borradores de algunas historias.