Todos explicamos mal


Recuerdo que una de las primeras explicaciones e instrucciones que tuve que realizar fue cuando estaba en la preparatoria y mi mamá me pidió ayudar a la hija de una amiga de ella que iba mal en sus matemáticas en la secundaria.

En aquel momento acepté a regañadientes el reto. En las sesiones en las que explicaba, yo tenía la impresión de ser muy claro y de estar mostrando cómo hacer bien las cosas. En mi mente todo tenía sentido. Padecía lo que llaman algunos «la maldición del conocimiento». Y eso me impidió lograr un buen resultado en aquel momento.

Los hermanos Chip y Dan Heath en su libro «Made to Stick» comentan que la maldición del conocimiento es cuando un experto le habla a los demás como si supieran todo lo que el sabe y ya no recuerda lo que significa no saber. Este libro lo leí casi 20 años después de aquella situación y me habría venido muy bien en aquella época (aunque aún no se había escrito).

A partir de aquella ocasión, me tope una y otra vez con la necesidad de explicar. Tuve que explicar proyectos en la universidad, tuve que explicar mi tesis, en el trabajo tuve que explicar proyectos y resultados, tuve que explicar soluciones a los clientes. Tanto en el trabajo, como en el hogar, con la familia, pareja, hijos o amigos. Todos tenemos que explicar algo en algún momento.

Curiosamente, la mayoría de nosotros, sino es que todos, en algún momento, lo hacemos mal. Y no es de sorprendernos. ¡Nadie nos enseño a explicar! No cabe duda que algunas personas desarrollan una «habilidad natural» para dar buenas explicaciones. Pero la mayoría padecemos el problema de querer hacer llegar nuestro mensaje y que éste no resuene en los demás.

Por mi trabajo, hace años, me vi en la necesidad de empezar a entender la mente humana, primero a través de mejorar mis habilidades como instructor, pero después depurando mi capacidad de asesoría. En todo esto surgieron puntos comunes:

  1. Necesitamos entender la forma de pensar de la gente.
  2. Necesitamos entender el aprendizaje humano.
  3. Necesitamos entender la comunicación humana.

Explicar, al igual que instruir, requiere que entendamos estos puntos para podernos «escapar de la maldición del conocimiento». Esas suposiciones que nos impide hacer llegar nuestro mensaje de manera correcta a los demás.

Necesitamos explicar para cambiar puntos de vista, para obtener apoyo a nuestros proyectos o para incitar a los demás a actuar en determinado rumbo. No explicar no es una opción para nosotros.

Creo que no le dedicamos suficiente tiempo a nuestra comunicación y a nuestros esquemas de pensamiento, de ahí que nos cueste trabajo explicar nuestras ideas a los demás.

Hace casi 2 años que inicie este blog, planteé la premisa de las «otras habilidades» que requerimos hoy en día. Una de esas es la habilidad de explicar.

Y si explicar es tan importante, y lo hacemos todos los días y en todos los ámbitos de nuestra vida, ¿por qué no le dedicamos tiempo a depurar esta habilidad? Estamos tan acostumbrados a que no nos entiendan que lo aceptamos con un hecho de vida. ¡Así son las cosas! Aunque no tiene que ser así.

Es posible solicitar ayuda, aunque también es posible dedicar tiempo y esfuerzo a aprender y poner en práctica lo necesario para mejorar esta habilidad.

¿Cómo depuras tus habilidades para explicar? ¿Le dedicas tiempo a mejorarlas con tanta o más intensidad que otros puntos? ¿O simplemente no lo habías considerado? ¿Quienes son tus modelos a seguir en términos de buenas explicaciones? ¿Que hacían o que hacen que los convierte en personas que explican bien? Una reflexión ahora que se acerca el fin de año.