Seguramente habrás escuchado ese «chiste político» en el que dos funcionarios de gobierno están platicando y uno le dice al otro:
–Escuche que los cocodrilos vuelan.
–¿Cómo crees? ¿Dónde escuchaste tal cosa?
–Lo dijo el presidente.
–Ahhh, bueno, sí vuelan pero bajito.
Obviamente, esta pequeña historia pretende mostrar como todo mundo quiere quedar con la cabeza en el entorno político. Aunque es algo que también ocurre en las empresas y debemos tener cuidado.
Hace muchos años, recién nombrado como joven gerente, recuerdo que estábamos en la sala de juntas con el gerente general. Creo que veíamos algo de procesos y estrategias, el gerente general se paró y comenzó a realizar bosquejos y diagramas en el pizarrón. Al concluir su explicación pidió opinión sobre la propuesta.
Uno a uno los gerentes presentes asintieron diciendo que era un excelente plan, una gran propuesta, todos alabaron lo expuesto. Yo era el último, al llegar a mí, como nuevo, pues no tuve reparo en decir que veía algunas cosas que podrían ser diferente.
En ese momento, el gerente general dio un golpe con la mano abierta en la mesa y con voz enérgica se dirigió a todos los gerentes: «No los tengo aquí para que me digan que sí, los tengo aquí para me cuestionen y me hagan ver las fallas en mi planteamiento». Acto seguido volteo a verme y me dijo, «pasa al frente y destroza mi propuesta».
Ese momento quedó grabado en mi mente por dos cosas:
- Como cabezas de empresa no debemos permitir que nuestro ego sea el que dicte el actuar de la organización, debemos escuchar y retar a nuestra gente para que nos diga su opinión honesta. Siempre habrá una idea o aportación que nos haga cuestionarnos, mejorar o rechazar la propuesta inicial.
- Como gerentes o responsables de área, debemos evitar ser complacientes con el jefe, nuestra aportación y punto de vista puede ser valioso para la organización. El origen de la complacencia tiene muchos orígenes, desde creer que tenemos mucho que perder, estar en nuestro círculo de confort, apatía hacia nuestra función o empresa, miedo a equivocarnos, falta de competencia para opinar y otras más. Vale la pena hacer un ejercicio de introspección al respecto y tomar medidas acordes.
Cuando ambas partes fallan en poder expresar su opinión, en crear el ambiente de colaboración y confianza para expresar ideas, acuerdos y diferencias, la organización peligra de quedarse estancada o tomar malas decisiones. No solo se trata de ser abogado del diablo sino de aportar ideas para mejorar las propuestas del jefe. Al final varias cabezas piensan mejor que solo una.
De no cuidarse lo anterior, pronto empezarás a ver cocodrilos volando bajito en tu organización. Lo malo será acostumbrarte y acostumbrar a tu gente a esta ilusión de que todo está bien porque «el jefe lo dice».
En semanas pasadas me ha tocado experimentar con diferentes clientes 2 situaciones en las que se me solicita hacer propuestas que sé que no llevan al resultado deseado, pero el solicitante insiste en hacer «lo que pide el jefe».
¿Cuál ha sido tu experiencia? ¿Cómo atacas la situación o eres de los que permiten que los cocodrilos vuelen bajito?