¿Qué aprendiste?


La idea no es que siempre todo te salga bien, te puedes confiar. Pero tampoco es desmoralizarte porque las cosas salieron mal.

Lo importante, sin importar el resultado, es reflexionar sobre lo que hemos aprendido de cada situación. Aunque esta reflexión necesita convertirse en un hábito.

¿Las cosas salieron bien? ¿Qué hiciste o hizo tu equipo de trabajo? ¿Fue por algún factor externo? ¿Fue intencional o al azar? ¿Podemos replicarlo? ¿Podemos sistematizarlo? ¿Podemos enseñarlo a otros? ¿Fue un buen éxito o la libramos apenas? ¿Es sostenible?

¿Las cosas salieron mal? ¿Qué hiciste o hizo tu equipo de trabajo? ¿Hubo algún factor externo que afecto? ¿Fue falta de recursos? ¿Fue falta de planeación? ¿Fue un evento fortuito? ¿Fue falta de competencia? ¿Fue falta de colaboración? ¿Podemos prevenirlo en el futuro?

Sin embargo, no aprendemos cuando reflexionamos, aprendemos cuando actuamos. Si algo salió bien y hacemos lo necesario para que siga saliendo bien, entonces aprendimos. Si algo salió mal y hacemos lo necesario para que no vuelva a suceder y en su lugar salga bien, entonces aprendimos.

Si no hacemos nada, hayamos reflexionado o no, entonces simplemente no aprendimos, vamos por la vida dando tumbos y reaccionando o simplemente somos como el «burro que tocó la flauta».

¿Cuánto tiempo dedicas en tu persona a reflexionar sobre lo que funcionó o no? ¿Cuánto tiempo dedicas en tu persona a tomar acciones que demuestren un aprendizaje? ¿Cuánto tiempo haces esto también con tu equipo? Esa es la labora del mando y del ejecutivo.

Así que tómate tiempo hoy, reflexiona y luego toma acciones. Así habrás mostrado que estás abierto al aprendizaje.