En estos días, en México, se celebra el día de la Independencia y se hace referencia a los «héroes que nos dieron patria». Son unos pocos, la lista es corta.
Es común, para el ser humano, el buscar a ese líder solitario que cambia las cosas, que hace la diferencia para todos. Considero que podemos trazar el fenómeno al relato del héroe. Ese que triunfa contra toda adversidad, casi siempre por méritos propios. De héroes están llenas las sagas y los relatos épicos.
Hoy en día podemos pensar en un Henry Ford, Akio Morita (fundador de Sony), en Taiichi Onhno (el artífice del sistema de producción Toyota que otros conocen como Manufactura Esbelta), de Steve Jobs (Apple), de Bill Gates (Microsoft), de Elon Musk (Tesla) y cualquier otro que te venga a la mente.
Los estudiamos, leemos sus biografías, los emulamos, los alabamos. Pero hay un detalle, sin quitar el mérito a su capacidad visionaria y a su liderazgo, no cambiaron al mundo ellos solos. Tampoco lo hicieron los héroes de la patria.
Imagina una moneda, de un lado está el líder visionario, el héroe. Tiene ideas que otros no tienen, se arriesga como otros no lo hacen, empuja como otros no empujaron. Y recibe toda la atención, todo el reconocimiento, todos los reflectores.
Del otro lado de la moneda están Los Invisibles. ¿Quiénes son ellos? Bueno, pues son aquellas personas que no salen en los libros, ni de los que se escriben biografías, ni de los que se habla en las escuelas de negocios. Son los colaboradores de los líderes visionarios.
Los Invisibles son diferentes al líder visionario, al héroe. Posiblemente, sean igual de tenaces y dedicados, pero no están enfrente de los reflectores, sin embargo, son los que ponen en marcha las ideas visionarias del líder.
Donde el líder es creativo, el invisible es sistemático. Donde el líder es retador, el invisible es respetuoso de las reglas. Donde el líder innovador, el invisible es consistente.
Ninguno es mejor que el otro. Son una simbiosis. Se necesitan uno al otro. Sin la gente dedicada, tenaz, que sigue las reglas, ordenada, consistente, no habría empresas en las que se demuestre el valor de la idea visionario. Apple no sería nada sin Steve Jobs, pero tampoco sería nada sin los Invisibles que establecieron procedimientos, que implementaron procesos para la calidad, que planean y ejecutan auditorías internas, que preparan e implementan programas de selección y entrenamiento de personal, que evalúan y desarrollan proveedores.
De los Invisibles no hay libros, pero son la otra cara de la moneda. Hoy en día, y desde tiempos inmemorables, ensalzamos las características, virtudes y habilidades de los líderes visionarios. Como si fuera lo único valioso, pero no, las características de los Invisibles son sumamente necesarias e importantes. De nada sirve en las empresas la creatividad y la innovación sin la estandarización y la sistematización.
Así que estimado mando o líder, te invito a voltear la moneda a ver a los Invisibles y a valorar inmensamente sus habilidades y su aportación. Sin ellos, tu no existes. Sin ellos, las empresas no existen.
Hoy en México hablamos de los héroes, esos líderes revolucionarios, de esos políticos y de todos aquellos que «nos dieron patria». Pero la verdad, es que la patria la hacemos los Ciudadanos Invisibles, los que no salimos en las revistas, los que nos levantamos a diario y seguimos las reglas y los estándares para entregar productos y servicios de calidad.
No hay líderes sin los Invisibles y no hay Invisibles sin los líderes. No los confrontemos. Ayudemos a cada quien a ver sus fortalezas y adoptar su rol en las organizaciones. Reconozcamos ampliamente el valor de los héroes solitarios, pero, a la vez, reconozcamos el inmenso valor de Los Invisibles.