Observar


Una de las habilidades más importantes, y tal vez menos valoradas y enfatizadas, para un mando es la capacidad de observar sus operaciones. Observar no es tan simple como pensamos por eso existe la famosa «ceguera de taller» en la que no nos damos cuenta ya de lo malo o la «visión de túnel» en la que solo vemos lo que está enfrente y nos perdemos de lo que sucede alrededor.

La mayoría vemos, pero observar es harina de otro costal. Muchos no aprendemos a observar solos, en mi caso tuvo que ver mi introversión (prefería observar que interactuar), pero realmente el momento clave fue mi entrenamiento como Auditor Interno. Ahí si tuve que aprender a observar, también al realizar proyectos de mejora continua y solución de problemas me llevaron a ser observador. Luego mi labor como asesor me lleva a estar observando y notando lo que otros no notan.

Pero la observación es de esas cosas que si no se practica se atrofia. ¿Cómo practicar? Pues hay muchas formas, en mi caso es la observación de naturaleza, una afición que desarrollé hace unos 12 años. Para observar naturaleza, sobre todo aves, hay que:

  1. Estar presente
  2. Hacer uso de todos los sentidos
  3. No sacar conclusiones apresuradas
  4. Tomar notas
  5. Darse tiempo

Todos estos elementos son igualmente útiles a la hora de observar en una auditoría, en un proceso de solución de problemas o realizando recorridos para la mejora (Gemba Walks).

Yo practico cada vez que pueda, al menos una ves a la semana o varias al mes. No se necesita mucho, puede ser caminando, o parado o sentado. En esas sesiones, me desconecto del mundo y afino mis sentidos, percibo mi entorno y empiezo a detectar cosas que otros no detectan, tomo notas y con el pasar del tiempo, dichas notas revelan patrones. Esta práctica la traslado a mi trabajo diario.

Adicionalmente, cuando viajo, llevo diarios visuales en los que observo mi entorno y tomo notas de lo que sucede. Observar, cuestionar, anotar, reflexionar. Ese es el secreto mejor guardado de un mando. ¿Tú lo aplicas?