Ya pasó casi un año desde que la gente bajó la guardia respecto a la pandemia y prácticamente 4 años del inicio de la misma. Y sin embargo, parece que mucha gente ya dejó el evento en el pasado.
En estos días he ido a múltiples empresas, he tenido contacto con diferentes mandos y ejecutivos y he tenido un par de viajes vía aeropuertos. En éstos últimos meses he visto un aumento de casos de gripe, influenza y covid. Desafortunadamente, de igual modo he visto a la gente estornudar abiertamente (sin cubrirse la boca) en múltiples escenarios. He visto a la gente ya no importarle el no difundir cualquier «infección» que tenga. ¡Total todo es como una gripe!
Sin embargo, al mismo tiempo he notado a un pequeño número de personas que salen con su tapabocas, ya sea por conciencia hacia los demás (están enfermas y no quieren propagar la infección) o por protección (ven a todos estornudar y prefieren protegerse). Me ha tocado por igual ver esto en jóvenes, adultos y adultos mayores. Esto es bueno, pues en otras épocas eso no se vería. El tema es que los que no lo hacen son los más a pesar de este pequeño logro.
¿Cuál es el aprendizaje de todo esto para el mando? Muy simple, comportamiento y cambio humano aplicado al comportamiento y cambio organizacional. Lo que que como ejecutivos, mandos y gerentes tenemos que reflexionar es lo complejo y lento que es implementar un cambio duradero en la gente. Muchos en la pandemia siguieron las reglas por temor o por imposición, aunque pocos lo hicieron por convicción. Por ello, ahora que no hay temor ni imposición la gente regresa a sus viejos hábitos.
Lo mismo pasa en las iniciativas de cambio en las organizaciones, se planean cambios al comportamiento, se dan esfuerzos iniciales, se hace una supervisión y exigencia inicial, vemos que la gente medio hace las cosas y le damos cierre al asunto y a otra cosa. ¿Qué sucede? Poco a poco, la organización al ver que ya no hay exigencia ni supervisión, regresan a sus viejos hábitos. Es algo común en el ser humano.
El mando, ejecutivo o gerente que quiere realizar un cambio de comportamiento tiene que estar consciente que se embarca en un esfuerzo de muchos meses y tal vez años. Asimismo, el nuevo comportamiento tiene que ser valorado y defendido a capa y espada por los mandos. Se tiene que entrenar, exigir y supervisar en el día a día. Se tiene que reforzar convenientemente cuando haya retrocesos. Se tiene que perseverar en el tiempo. Solo trabajando la convicción de arriba hacia abajo, con el tiempo, la organización adopta el cambio como un hábito y se vuelve un comportamiento común.
Siempre habrá algunos pocos que adopten el cambio por convicción, aunque si son más los que no, dentro de una organización, la mayoría comienza a mermar el espíritu y convicción de los pocos convencidos haciendo que se vayan de la organización por sentir que no son parte del grupo o adoptando el comportamiento grupal que se quería cambiar. Como mandos, ejecutivos y gerentes no podemos permitir ni tolerar eso. Es nuestra responsabilidad, es nuestro compromiso mantener el cambio en el tiempo. Ese es el trabajo.