Y si sí se puede


Todo mando o especialista, en un día normal puede encontrarse con situaciones «retadoras», «atípicas» o «problemáticas» por diversas razones. Lo cierto es que ante dichas situaciones, es necesario tomar acción.

A lo largo de los años, he notado que tanto mandos como especialistas, en algún momento, llegan a un punto en el que simplemente se traban. Esto se manifiesta de varias maneras:

– Con pretextos
– Con culpas a otros
– Con la evasión e inacción
– Con exceso de análisis
– Con preocupación y estrés

Sea como sea, lo cierto es que estamos trabados. Esto no es malo, es normal. Lo malo es no poder salir de la situación. En sesiones con mandos, no es raro que muchas de las sugerencias, ideas y comentarios puedan clasificarse en la categoría de «cómo no se puede hacer lo que tenemos que hacer».

Mucho de esto tiene origen en la falta de competencia, la aversión al riesgo, los hábitos y costumbres, las suposiciones sobre uno mismo y el mundo, la incomodidad ante la incertidumbre y muchos más. ¿Qué hacer?

Lo primero es reconocer que nuestra mentalidad, nuestras suposiciones y sesgos cognitivos existen. También conocer que el ser humano está «diseñado» para la estabilidad, por lo que el cambio siempre requiere de un esfuerzo adicional, pero sobre todo de un proceso. Lo siguiente es plantear la situación y tener claridad para entonces poder determinar los cursos de acción. El establecimiento de cursos de acción requiere de evaluar múltiples alternativas, requiere de creatividad, requiere, aunque suene trillado, de «salirse de la caja». Adicionalmente, es necesario tener claro nuestro nivel de riesgo aceptable, así como mecanismos para abordar los riesgos que nos pudieran preocupar. Todo esto, metido en la licuadora, nos genera una actitud del «cómo sí se puede».

Lo importante es entender que, excepto en casos muy particulares, hay cosas que no podemos abordar. Asimismo, hay cosas que están fuera de nuestro control, pero dentro de lo que está dentro de nuestro control, hay mucho que podemos hacer. Mucha frustración viene por querer cambiar lo que no podemos cambiar o querer cambiar las cosas de golpe. Es importante entender que los cambios, en ocasiones, son el resultado de muchos pequeños pasos. Esto último es mucho más manejable que un gran cambio y, por lo tanto, es más probable que sí lo realicemos.

Todos en algún momento nos hemos encontrado con una situación que parecía inalcanzable, muchas veces, el problema estuvo en nuestra mente. Recordar esas situaciones y cómo sí se resolvieron es un buen ejercicio para motivarnos a seguir buscando el cómo sí se puede.

En una ocasión, cuando era un joven gerente, mi jefe, el gerente general, me pidió un plan para fortalecer nuestra área. Esto requería de personal y una fuerte inversión tecnológica. Yo preparé el plan de acuerdo a lo que necesitábamos y mi jefe lo presentó ante los accionistas. A su regreso le pregunté: «¿Cuánto nos habían aprobado del plan de inversión?» Su respuesta fue: «NADA» y agregó: «¡Y tienes que sacarlo adelante!». Es en esos momentos cuando tienes que abrir tu mente y buscar soluciones a algo que aparentemente no tiene solución. Solo puedo decirte que lo logramos; los detalles, ya son tema de otra historia. El reto fue no cerrarme a que no se podía y trabajar para lograr el «sí, se puede».