La mayoría de nosotros ha experimentado la situación, en la escuela o universidad, en que algún experto entró por la puerta y comenzó a explicar mientras hablaba hacia el pizarrón realizando anotaciones de manera interminable.
Todos tomarían notas, tratando de mantener el paso mientras el pizarrón se llenaba y el experto comenzaba a borrar el pizarrón para continuar su explicación. Básicamente haciendo una «descarga de su conocimiento» ante la sorprendida audiencia. Este es un recuerdo que tengo de algunos expertos padeciendo la llamada «maldición del conocimiento».
Me encontré esa frase en el libro Made to Stick de los hermanos Heath. Básicamente, la maldición es un estado en que «una vez que sabemos y entendemos algo, es difícil para nosotros imaginar que alguien más podría no saberlo o entenderlo». Esto hace que los expertos hablen a otros asumiendo que saben y entienden muchas cosas que en realidad aún no saben ni entienden.
Yo mismo he sido víctima de esta maldición del conocimiento hace mucho tiempo en mis años escolares y universitarios. Ello no me permitió alcanzar, entonces, mi potencial como explicador. Para el tiempo que me volví profesor asistente, decidí que quería hacer las cosas diferentes a lo que habían hecho algunos expertos conmigo. Lo intenté, experimenté y obtuve resultados mixtos. Estaba empezando a aprender a explicar.
Con el paso de los años aprendí más y más y comencé mi búsqueda para explicar las cosas de una manera más adecuada. Uno de los más importantes descubrimientos fue la necesidad de conocer a mi audiencia y de saber lo que que ellos, previamente, ya sabían y y lo que no. Para, a partir de ahí, comenzar mis explicaciones. En muchas casos fue necesario recortar y simplificar construyendo la complejidad solo una vez que los conceptos básicos fueron plenamente comprendidos.
Todos sabemos mucho sobre algo y la parte más retadora es ejercer la moderación. Conforme aprendí sobre diseño, y lo apliqué a mis presentations, aprendí que menos es más y que restringir lo que debía incluir fue uno de los aprendizaje más valiosos.
Hoy trato de diferenciar entre:
- Lo que se debe saber. Aquello indispensable que no se puede omitir.
- Lo que se necesita saber. Aquello que ayuda a hacer las cosas.
- Lo que sería bueno saber. Son los extras que no son realmente ni indispensables ni necesarios.
El reto es aprender a diferenciar qué es lo realmente importante. Si al explicar consideramos a la otra parte, nos tomamos el tiempo de saber que sabe y, a partir de ahí, construimos explicaciones con lo realmente útil lograremos mejorar mucho nuestras explicaciones.
¿Te has dado cuenta cuando tratas de incluir información de más en tus explicaciones? ¿Cómo has encontrado el balance entre lo indispensable y necesario y todo lo demás?