Tal vez a ti como a mí, tus papás te metieron a clases extra curriculares cuando eras joven. A mí, en sexto de primaria, mis papás me metieron al proceso de selección para jugar futbol americano. Y solo puede decir que ¡lo odié!
Sin embargo, como todas las cosas en la vida, no todo es malo, siempre hay cosas buenas y algo que aprender de cada situación que se nos presenta y, este caso, no fue la excepción. Esta situación me dejó uno de lo aprendizajes más grandes en mi vida.
El entrenamiento de futbol americano no es sencillo. Es duro e intenso y el objetivo es ver que no te quiebres. Entrenábamos hasta el límite, inclusive bajo la lluvia y revolcándonos en el lodo. En ocasiones, al terminar el entrenamiento nos cruzaban a un parque que estaba enfrente de donde entrenábamos y nos decían que teníamos que correr una vuelta alrededor de dicho parque. El recorrido eran largo y ya cansados y a esa edad, era un evento casi eterno.
Recuerdo que comenzaba a correr y sentía que me quedaba sin aire, cada tramo causaba una pequeña alegría pensando que ya faltaba poco y comenzaba a correr con más intensidad para darme cuenta que aún falta mucho, pero mucho por recorrer. Ya en el tramo final quería desfallecer, pero seguía corriendo. Los entrenadores ubicados en diferentes tramos te impulsaban a seguir.
Ya cerca de la meta y viendo el punto a dónde había que llegar, comenzaba a dar lo mejor de día, solo para que al llegar el entrenador y verlo agitar las manos señalando que siguiera al tiempo que gritaba:
–¡Otra vuelta más! ¡Otra vuelta!
Recuerdo que lo miraba y él solo movía los brazos señalando que había que darle ¡otra vez! La verdad ¡yo me quería morir! al tiempo que comenzaba, lleno de incredulidad, a correr nuevamente, no había de otra. Faltaba tanto ¡otra vez!
Después de un rato dejas de pensar, solo corres, un paso, otro paso, y otro más. Te concentras en la respiración y sigues corriendo. Hasta de que después de mucho y queriendo haber renunciado a lo largo del camino, logras visualizar nuevamente la meta. ¡El último esfuerzo piensas! Cuando finalmente llegas, es una sensación de logro mezclado con una sensación de agotamiento y pensamiento de que no quieres volver a pasar lo mismo otra vez.
Este evento se repitió varias veces durante el tiempo que estuve inscrito en el proceso de selección. En una ocasión, nos cruzaron al parque y ¡comenzó la tortura! Obviamente, con el paso del tiempo teníamos mejor condición, pero aún así, para mí era una vuelta eterna y tormentosa. Esta situación no me generaba ninguna sensación de alivio terminarla como he visto que sucede con los corredores de maratón, no había opción, había que hacer el ejercicio.Tan profundo se volvió el sentimiento que es la razón por la que hoy, 38 años después, odio con toda mi alma correr.
Mentalizado con las experiencias anteriores, corrí mi primera vuelta y llegué a la meta, para solo escuchar ¡Otra vuelta! Y pues ni modo ¡a darle! No piensas, solo avanzas. Ese día, ya agotado, vi la meta y me dije como otras veces ¡el último jalón! Al llegar a la meta, recuerdo al entrenador haciendo aspavientos y gritando.
-¡La última vuelta!
¡Qué! ¡Está loco! ¡Otra vuelta! ¡Me estoy muriendo!
Solo recuerdo el aspaviento de los brazos y los gritos de ¡la última vuelta! No recuerdo que pasó después, como fue, solo sé que ya quería salirme cuanto antes de ese entrenamiento, ya no quería saber nada del futbol americano. Solo quería terminar. Y solo sé que, de algún modo, terminé.
No califiqué para el equipo, sin embargo, años después cuando me enfrento a situaciones difíciles, siempre viene a mi mente ¡el último jalón! Y si las cosas no se resuelven, sé que debo seguir adelante y me digo ¡una vuelta más!
Hoy a mis 50 años, agradezco esa experiencia (y también la aborrecí), más como dice el dicho «lo que no te mata te hace más fuerte». Hace años leí en un libro que la tenacidad y la dedicación es bueno enseñarlas a los niños a través de la práctica del deporte. En mi caso así fue. Luego vendrían otras experiencias, más severas que me continuarían enseñando que no debemos darnos por vencidos.
Hoy tengo muchos retos por delante, nunca se terminan, solo queda respirar, dar un paso, otro más y avanzar sabiendo que después de un rato, seguramente, deba decirme a mi mismo ¡una vuelta más!