El lunes pasado tenía que haber salido mi artículo semanal, no salió pues estuve en cama con fiebre por un cuadro gripal muy fuerte, inclusive pudo ser influenza. Apenas ayer ha sido mi primer día sin fiebre. Yo hubiera querido que el artículo saliera en su momento, pero honestamente, estuvo fuera de mi control. En otra época de mi vida, me habría angustiado muchísimo, en exceso inclusive. Pero con los años he aprendido que hay cosas por las que no vale la pena preocuparse y de eso voy a escribir hoy.
En la cultura asiática se dice que tenemos «la mente de mono» (Monkey Mind), eso es, nuestra mente se comporta como un pequeño mono que brinca entre el pasado, el presente y el futuro. Pero en realidad lo que le gusta es el pasado o el futuro.
El pasado y el futuro son dos lugares interesantes que comparten una particularidad, NO EXISTEN. Lo único que existe es el presente. A pesar de ello, nuestra mente disfrutar viajar y vivir en esos dos lugares, los experimenta y los sufre como si fueran nuestra realidad, como si fueran el presente.
Y ciertamente, tenemos que voltear al pasado para aprender de las lecciones de antaño, y también tenemos que mirar al futuro para prever y anticipar las cosas. Lo que no debemos de hacer es vivir en el pasado, ni vivir en el futuro.
El pasado está lleno de cosas que no podemos cambiar y el futuro está lleno de cosas que no podemos controlar. Hoy con la amenaza mundial económica por la caída del petróleo, la pandemia del COVID-19 y toda la catástrofe social, política y económica que se avecina, podemos fácilmente perdernos en suposiciones, teorías de conspiración, cientos de escenarios fatalistas y demás. Lo cual no quiere decir que no tomemos las precauciones necesarias.
Estas situaciones pueden ser abrumadoras, pues tendemos a querer controlar lo que sucede a nuestro alrededor en miras a protegernos y proteger a la gente que amamos. El darnos cuenta de que no podemos controlar las cosas puede generar frustración y desesperanza e iniciar una tormenta de malos sentimientos.
Lo importante, aunque suene trillado, es centrarnos en el presente. Esto no es fácil y hay cientos de libros, teorías y gurúes que hablan al respecto. Sin embargo, veámoslo desde un punto más práctico. Y esto es a través de los sentidos.
Si nos quedamos quietos un momento podemos centrar nuestra vista en algún objeto, de preferencia algo natural, un árbol, un paisaje, las nubes, un ave o insecto. Lo siguiente es observar atentamente y describir lo que vemos: «Veo un árbol grande con un tronco torcido, tiene múltiples ramas y las hojas son verde oscuro de un lado y verde claro del otro. Sus hojas se mueven de un lado al otro. El árbol está ligeramente ladeado hacia el sur…».
Al hacer este ejercicio estamos haciendo que nuestra mente se centre en el presente. Alternativamente podemos hacer el ejercicio cerrando los ojos y poniendo atención a lo que escuchamos. El sonido de la ciudad, los carros, las aves, un avión pasando, el ventilado, el rechinido de una silla, el ladrido de un perro y demás. Del mismo modo, podemos describir en voz alta lo que escuchamos. Nuevamente esta experiencia nos centra en lo que está sucediendo y no permite que la mente divague hacia el pasado o el futuro.
Una tercera opción es con las sensaciones físicas de nuestro cuerpo. Cerrando los ojos y respirando una y otra vez. Sintiendo como el aire entra y sale. Sintiendo la tensión en nuestros hombros, espalda, piernas y manos y luego sintiendo como se relajan. Nuevamente, estamos centrados en el presente.
Sé como suena, pero también sé que funciona. Dejar a nuestra «mente de mono» divagar libremente es muy peligroso y estresante. Hay que darle que hacer en el presente. Practicando a diario, vamos logrando una tranquilidad y serenidad, sobre todo la costumbre de vivir el hoy, el ahora. El mundo se puede estar «acabando» en redes sociales, pero en este momento, en el presente, yo estoy viendo una nube blanca en el cielo azul, o experimentando el sonido de las aves y las hojas de los árboles.
Una vez en el presente, lo importante ahora es tomar una hoja de papel y dividirla en 2. De un lado escribes «lo que puedo controlar» y del otro «lo que no puedo controlar». De todo lo que te preocupa, ve anotando y clasificando las cosas en su columna correspondiente.
Al finalizar el ejercicio verás que hay cosas, muchas, que están fuera de tu control. Es poco lo que puedes hacer o poco el impacto que tendrías si quisieras hacer algo. Decisiones en otros países o estados, decisiones de políticos y gobiernos, están en gran medida fuera de nuestro control. Y de todo ello no tiene caso preocuparse, va a suceder nos guste o no.
Ahora bien, dobla la hoja a la mitad y quédate con el lado de lo que si puedes controlar. Al tomar acciones sobre esas cosas que puedes controlar y lograrlas obtienes una sensación satisfacción, logro, control y tranquilidad. Una a una, esas acciones te ayudan a entender que puedes hacer cosas que impactan en tu presente y en las que sí puedes influir.
Se vienen tiempos interesantes y lo importante es preguntarte si ¿vas a vivir en el pasado, en el futuro o en el presente? ¿Te vas a angustiar con lo que no puedes cambiar y lo que no puedes controlar o te vas a dedicar a vivir en el presente controlando lo que puedes controlar?