En días pasados tuve la oportunidad de asistir un taller sobre el pintor francés Monet. Durante el evento nos contaron como él decidió retar el status quo establecido por la academia que era quien dictaba que era buen arte y por lo tanto que obras serían exhibidas. Monet decidió retar, junto con otros, el concepto de lo que se consideraba aceptable y de ahí surge el movimiento impresionista. Monet decidió salirse del estudio para ir a pintar en el lugar, sobre todo en la naturaleza. Además simplificó mucho los trazos respecto a lo que se acostumbraba. Los expertos decían que sus pinturas no estaban terminadas, que eran solo una “impresión” del pintor respecto a lo que había visto.
Igualmente en estos días vi una película llamada Lucky Per, basada en un famoso libro danés, sobre un aspirante a ingeniero que retaba las ideas de la época para la construcción. Sus ideas innovadoras fueron rechazadas al principio, luego fueron aceptadas, pero al no aceptar el ser parte del juego de los inversionistas finalmente cayó en el olvido y sus ideas no prosperaron. No hubieron las condiciones para echar a andar sus ideas.
Estos dos casos nos hablan de un tema similar, el retar lo establecido para crear cosas nuevas y para innovar. Curiosamente, leyendo sobre historia y la formación de las civilizaciones, es interesante ver como algunas desarrollaron ciertas tecnologías, aunque otras no. La conclusión del libro es muy simple, en algunos lugares, en algún momento, se dieron las condiciones adecuadas, geográficas, botánicas, zoológicas y de clima para que surgieran las civilizaciones y la innovación. Pero además, se requirió primero que hubiera agricultura, ya que ello permitió la creación de la burocracia, los ejércitos y eventualmente los intelectuales. Sin un exceso de alimentos, estas funciones nunca habrían surgido. Si la gente tuviera que preocuparse por cazar, recolectar o cosechar, no podría desarrollar innovaciones de manera acelerada.
Todos estos puntos se conectan de manera interesante, pues para que haya innovación tiene que haber ciertas condiciones, pero para que haya esas condiciones tiene que haber cierta estabilidad o status quo. Sin los tediosos y estandarizados métodos para el cultivo, y sin los pacientes granjeros, no se podrían garantizar los excedentes alimenticios que permitan la creación de clases militares, burocráticas e intelectuales.
Hoy en día escuchamos mucho sobre que las empresas tienen que innovar y hay como un frenesí por ello. Aunque la realidad es que la estandarización (hacer las cosas sistemáticamente y de manera consistente) permite las condiciones sobre las cuales se puede innovar y una vez que se logra la innovación, ahora se requiere desarrollar estándares para que la innovación se vuelva la norma. Son como dos lados de una misma moneda, el Ying y el Yang.
En redes sociales no es raro ver que se venere la innovación y a la gente innovadora que se sale de las normas y crea los avances que caracterizan a nuestra civilización (pensando en un Jobs o un Musk), pero sin gente diligente que guste de seguir normas y reglas, no se podrían producir de manera consistente dichas innovaciones. Así que el punto interesante es darnos cuenta que ninguno es más que el otro, se requieren ambos para existir. Es como una simbiosis. Así que está bien ser creativo, salirse de la norma e inventar cosas nuevas, pero también está bien estandarizar y lograr métodos consistentes de fábricas cosas y prestar servicios.
En realidad, las organizaciones deben de crear la condiciones para ambas, para la consistencia estandarizada y para la innovación creativa. Y es ahí, donde está el reto para los mandos y gerentes. No podemos seguir privilegiando una cosa sobre la otra, tenemos que abrazarlas a ambas y aprender a hacerlas bailar de manera coordinada y elegante. Es ahí donde se conectan estas dos ideas, o al menos así lo hacen, por ahora, en mi mente.