Hace unos días vi un letrero en una ferretería que decía: «Se solicita empleado. Con ganas de trabajar». Cuando leo algo así, me quedo pensando muy seriamente, y tú, querido mando, deberías hacerlo también.
Eso de «con ganas de trabajar» es algo que escucho, directa e indirectamente, en las empresas. «La gente no le echa ganas», «la gente está apática», «la gente tiene mala actitud», «la gente no se compromete» son como variaciones disfrazadas de «esa persona no tiene ganas de trabajar».
Días más tarde reflexionaba con un grupo de mandos que la verdad, seamos honestos, ¿quién amanece con ganas de trabajar? Yo, la verdad, amanezco con ganas de ir al baño, con ganas de desayunar, con ganas de leer un libro, con ganas de hacer ejercicio, pero ¿ganas de trabajar? Como que no. Y no me mal entiendas, ¡me encanta mi trabajo! Es diferente, me gusta mi trabajo, salgo todos los días a hacerlo, lo hago bien porque me gusta hacer las cosas bien, lo hago porque me gusta ayudar a otros mandos a mejorar su gestión, lo hago porque me apasionan los temas que trato, lo hago porque tengo maestría, autonomía y propósito sobre lo que hago (como diría Daniel Pink en su excelente libro Drive).
Y he ahí la diferencia, «la gente no trae ganas para trabajar», «la gente desarrolla las ganas de trabajar» cuando las condiciones para ello son las adecuadas. Tras una guerra o tras una grave depresión económica, cuando nadie tiene trabajo, cuando la situación es sobrevivir. La gente trabaja de lo que sea y «le echa ganas» para sobrevivir. Pero no estamos en esa situación en estos momentos, las cosas han cambiado. La gente «necesita trabajar» y hará un «esfuerzo» por hacer las cosas bien, pero el entorno de las organizaciones puede influir grandemente en sus «ganas de trabajar». Sobre todo en una persona que no tiene una necesidad extrema de trabajar para sobrevivir.
Peter Drucker decía que las «organizaciones desarrollan o atrofian a la gente». Igualmente pasa con la motivación, las organizaciones (y sus mandos) ponen a la gente en condiciones de motivación o de desmotivación y ello orilla a que se «tengan o no ganas de trabajar». Las culturas de las empresas influyen, las condiciones del trabajo influyen, el liderazgo influye, la propia mentalidad y situación de la persona influyen todas ellas en «sus ganas de trabajar». Muchos de estos elementos, no todos, están bajo el control de las empresas y de sus mandos.
Así que por favor, en lugar de «desear que la gente venga con ganas de trabajar», desarrolla tus competencias y los procesos de tu empresa para crear las condiciones en las que la gente «tenga ganas de ir a trabajar». Y sí habrá gente que ni así, pero serán algunos muy pocos. La mayoría, responderá a un buen entorno, un buen liderazgo, unas buenas posibilidades de aprendizaje y crecimiento, a una oportunidad de tener propósito, maestría y autonomía.
Ninguna empresa contrata gente con mala actitud, pero la mayoría termina con gente con mala actitud, que no le echa ganas al trabajo. Así que preguntémonos ¿qué estamos haciendo las empresas y los mandos para «desarrollar o matar las ganas de trabajar» de la gente?